El deseo, según la RAE, es definido como “movimiento afectivo hacia algo que se apetece”. Además se trata de un tema recurrente en la literatura y en la poesía. Por ejemplo, Alejandra Pizarnik escribió que “nadie es del color del deseo más profundo”. También es un asunto que, a lo largo de la historia, ha dado lugar a numerosos debates filosóficos: una cita famosa de Nietzche es aquella que dice que “llegamos a amar nuestro deseo, y no al objeto de ese deseo”. Pero, desde un enfoque sexológico, ¿de qué hablamos cuando hablamos de deseo?
Como se comentó en el artículo que escribimos para el día 8 de marzo, acerca de algunas mujeres importantes para la Sexología, el deseo se trata de una fase de la Respuesta Sexual Humana añadida por la psicóloga y sexóloga Helen S. Kaplan en el año 1978. La Respuesta Sexual Humana, tal y como la postularon Masters y Johnson una década antes, estaba formada por las fases de excitación, meseta, orgasmo y resolución, todas ellas medibles a través de una serie de cambios fisiológicos. Sin embargo, el deseo es una variable mucho más subjetiva, y está compuesto por pensamientos, emociones y sensaciones de tipo erótico. Kaplan postuló un nuevo modelo formado por deseo, excitación y orgasmo.
El deseo se trata de una fase determinante para que, en numerosas ocasiones, se dé excitación sexual. Esto quiere decir que es importante que haya deseo para que nos sintamos excitados y excitadas y para que se den ciertos cambios fisiológicos que acompañan a dicha excitación: aumento de la frecuencia cardíaca, erección (del pene o del clítoris), lubricación, etc. Por eso a la hora de tener encuentros eróticos es tan importante estar excitados o excitadas. Esto es especialmente relevante si se va a querer realizar una penetración vaginal ya que, si no estamos en esta fase, la vagina no estará lo suficientemente lubricada ni dilatada y es muy probable que tengamos una experiencia desagradable o dolorosa.
Otra de las autoras citadas en el artículo del 8 de marzo, Rosemary Basson, estudió a fondo el deseo y descubrió que un gran número de mujeres experimentaban una respuesta sexual diferente a la que experimentaban los hombres y, en ellas, el deseo se veía fuertemente influenciado por numerosos aspectos psicológicos (por ejemplo, sentirse atractiva y deseada), sociales (como puede ser tener una buena comunicación con la pareja) y físicos (por ejemplo, los cambios hormonales influyen mucho en el deseo).
Esta misma autora descubrió que había bastantes casos de mujeres que se encontraban en una relación monógama de larga duración (es decir, que llevaban varios años con una misma pareja) en las que el deseo se comportaba de manera diferente: no aparecía de forma previa a la excitación sexual sino que aparecía después que esta o, dicho de otra manera, necesitaban estimulación sexual para sentir deseo (lo que se conoce como deseo reactivo).
Estas investigaciones (que tuvieron lugar hace poco más de una década) fueron muy relevantes a la hora de despatologizar a mujeres que vivían de una manera traumática el no experimentar deseo o el tener un deseo más bajo de lo habitual (deseo hipoactivo). De hecho, hoy en día, sigue siendo una de las demandas que más nos encontramos en la consulta sexológica.
En definitiva, el deseo es algo que varía mucho de una persona a otra y no hay un nivel de deseo “normal”, cada persona experimentará más o menos deseo según la etapa de la vida en la que se encuentre, dependiendo de si ha iniciado recientemente una relación o tiene pareja desde hace años. Hay numerosos factores que influyen en el deseo y es importante conocerlos y tenerlos en cuenta.
Si crees que desde hace algún tiempo o en ocasiones experimentas un deseo más bajo de lo habitual, esto te está suponiendo un problema y no identificas por qué puede verse afectado o qué hacer para solucionarlo, ponte en contacto con nosotras y te ayudaremos en este proceso.