En el artículo de esta semana hablaremos sobre la ansiedad, ya que, como nos habéis hecho llegar a través de nuestro perfil de Instagram, es un tema que os interesa. Lo primero que debemos recordar es la utilidad de las emociones, cada una nos proporciona unas herramientas y un propósito, y una de las que vamos a trabajar hoy es el miedo.
Esta emoción, el miedo, nos sirve para protegernos de un peligro real. Tanto el miedo como la ansiedad nos avisan de un posible peligro, nos ponen en estado de alarma y nos activan para poder responder si fuera necesario. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre ambas? Cuando sentimos miedo suele haber un estímulo que está presente, nos provoca esa reacción y nuestro cuerpo se pone en modo «lucha o huida». Por ejemplo, un hombre con actitud agresiva que se acerca a nosotros, o un perro rabioso que está suelto y nos ladra.
Por otro lado, la ansiedad tiene un componente más subjetivo y depende más de la percepción de uno o una misma, ya que lo que acompaña a la ansiedad es su carácter anticipatorio. En ocasiones, aunque no siempre, está más orientada a lo que va a venir, es decir, al futuro.
¿Cómo se manifiesta físicamente?
Las personas actuamos en un triple sistema de respuesta: el plano cognitivo o lo que pensamos, el plano fisiológico o lo que sentimos físicamente y el motor, lo que hacemos. De esta forma, la ansiedad se puede manifestar de las siguientes maneras:
- Plano cognitivo: pensamientos displacenteros, falta de concentración, incapacidad para tomar decisiones, inseguridad, pensar que uno se va a volver loco…
- Plano fisiológico: se caracterizan por un alto grado de activación, sudoración, palpitaciones, sequedad en la boca, temblor, náuseas, mareos…
- Plano motor: paralización, evitación de situaciones, tartamudeo, movimientos torpes…
Sin duda, los síntomas de la ansiedad son bastante molestos cuando se prolongan en el tiempo e intensidad. En este sentido, comparte con el miedo ese patrón de activación fisiológica: notas que te sudan las manos, sientes temblores en distintas partes del cuerpo, se acelera el corazón (taquicardia), etc… Viendo este panorama, ¿qué sentido tiene?
¿Para qué nos sirve entonces?
Como ya hemos dicho, la ansiedad nos sirve en cierta forma para predecir y anticipar. Piensa en la última vez que tuviste ansiedad… Por ejemplo, cuando nos enfrentamos a realizar una exposición, podemos sentir ansiedad, pero es algo bueno y útil, ya que eso nos permite activarnos para poder estar preparadas para trabajar. Si no sintiéramos ansiedad, seguramente nos daría igual ir a realizar esa exposición, por lo que no nos levantaríamos de la cama. Por lo tanto, la ansiedad en su justa medida nos ayuda en el día a día. El problema surge cuando la ansiedad no es adaptativa, es decir que es excesiva y nos sobrepasa. Seguro que te has sentido alguna vez desbordado o desbordada por la ansiedad porque ha sido demasiado para lo que en ese momento podías soportar.
Entonces ya podemos plantearnos:
¿Cuándo es perjudicial la ansiedad?
Como hemos comentado, lo bueno que tiene la ansiedad es que nos permite anticipar posibles peligros o amenazas, es como una alarma que te dice: ¡eh! Atenta, puede que pase algo. La ansiedad comienza a no servirnos cuando es excesiva, es decir aparece con frecuencia, dura mucha y es muy intensa.
Por ejemplo, hay personas con un nivel de ansiedad muy alto, que suelen sentirse con nervios y ansiedad muchas veces a lo largo del día y que mantienen ese nivel durante un largo periodo de tiempo. Tienen un nivel de alerta tan alto que cualquier cosa que suceda, les hace activarse y movilizar recursos para poder responder. ¿Es eso algo adaptativo? Probablemente no lo sea y genere malestar.
Lo que nos queda por resolver es ¿cómo la trabajamos? Dependiendo de cada persona, necesitará una intervención determinada ajustada a sus necesidades. Por eso desde Afines Sexología recomendamos acudir a un equipo de profesionales que puedan ayudarte a gestionar mejor este tipo de problemas.