La importancia de la Educación Sexual

¿Por qué es importante la Educación Sexual?

En primer lugar, la Educación Sexual nos puede ayudar a conocernos mejor a nosotros mismos, a saber cómo somos, quiénes somos, qué cosas nos gustan y cuáles no, a través de la información, el pensamiento crítico y la reflexión. Éste será un paso importante a la hora de aceptarnos tal y como somos, con nuestras características particulares, entendiendo que cada persona tiene las suyas. Y el hecho de conocer y aceptar nuestra sexualidad será la base para expresarnos, comunicarnos con otras personas, con nosotros mismos y tener relaciones satisfactorias, no solo en el terreno de la erótica, sino también en el de los afectos.

Educar las sexualidades no supone únicamente el conocimiento de lo genital y lo erótico, del coito y la contracepción. Educar las sexualidades supone también educar en los afectos, en las diferencias, en el respeto y los buenos tratos hacia los demás. Se trata de proporcionar información en lo relativo a nuestros procesos como seres sexuados, pero también en aportar herramientas para la autoaceptación, y para propiciar una buena convivencia, aceptando a los demás en su diversidad. Esto incluye cuestiones de género, de relaciones sanas o lo relativo a la LGTBfobia, entre otras cosas. Por lo que la educación sexual puede llegar a jugar un importante papel a la hora de prevenir la violencia y el bullying.

Como algunas cuestiones claves para la Educación Sexual hay que remarcar la necesidad de un enfoque positivo de la misma, partiendo de la diversidad como base y como hecho. También resulta importante comenzar desde edades tempranas y de forma continuada, no solamente con niñas y niños, sino también con las familias y profesorado.

Según la Organización Mundial de la Salud, la salud sexual implica no solo la ausencia de malestar, sino también la presencia de «un bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia.» Para estos fines, será importante hacer una educación sexual desde un enfoque positivo, fomentando la erotofilia o actitudes positivas hacia la sexualidad. Durante un tiempo, ha habido una tendencia en la educación a centrarse casi de forma exclusiva en la prevención de embarazos no planificados e infecciones de transmisión genital. Estas cuestiones resultan relevantes, pero la forma de abordarlas ha sido casi siempre desde la perspectiva del riesgo y el miedo. Como alternativa, aportar la información pertinente junto con mensajes más positivos puede ser beneficioso para unos comportamientos sanos y de bienestar con nuestra erótica, como por ejemplo: «si decides utilizar protección en tus relaciones, posiblemente puedas disfrutar más de ellas: no solo durante las mismas, sino también después, sin preocuparte por posibles infecciones».

niños

Pero la Educación Sexual no se dirige únicamente a lo que hacemos, sino desde una perspectiva amplia, a cómo nos vivimos; y hay tantas formas de vivir la sexualidad como personas existen. Por esto, la educación sexual debe partir de la diversidad como un hecho, validando las identidades, orientaciones sexuales y opciones relacionales, aunque estas no sean normativas o mayoritarias. Partiendo del entendimiento de esta diversidad se puede llegar al respeto y la buena convivencia con nosotros mismos y con los demás.

Por otra parte, la Educación Sexual se ha venido haciendo casi siempre en la época de la adolescencia y de forma puntual. Pero hasta ese momento en la vida de las personas han ido pasado cosas, dado que tenemos sexualidad desde que nacemos hasta que morimos. Y proporcionando educación sexual solo en la adolescencia se obvia una buena parte de las vivencias previas, como por ejemplo el hecho de sentirnos hombres o mujeres (identidad sexual) o hacia qué personas nos sentimos atraídos (orientación sexual). Por tanto, será relevante comenzar con la Educación Sexual a edades tempranas, adecuando los contenidos a las necesidades de cada etapa y dándole una continuidad en el tiempo.

Además, las actitudes hacia la sexualidad antes mencionadas empiezan a formarse desde los primeros años de vida y juegan un importante papel en la posterior vivencia de la sexualidad como adultos. Es por esto que la formación en materia sexual y actitudes hacia la misma también atañe a familias y profesorado, como agentes educativos o primeros referentes que tendrán niñas y niños. Esto es importante porque, queramos o no, hacemos educación sexual aunque no lo sepamos; cambiar de canal cuando hay una escena erótica en la televisión, no contestar preguntas que tengan que ver con la sexualidad o que en casa no se hable nunca del tema también lanza mensajes importantes a los más pequeños: «eso no se habla, eso no se mira, eso no se toca». La formación para familias y profesorado podrá servir para manejar este tipo de situaciones de manera natural y responder a las necesidades de niñas, niños, adolescentes y de los propios adultos sin convertir la sexualidad en un tabú.

Padre hijo

Para terminar, queremos volver a poner de relieve el hecho de que tenemos sexualidad desde que nacemos hasta que morimos. Y cada etapa vital tiene sus características y necesidades asociadas, también en la sexualidad y la erótica. A veces se tiende a pensar que la Educación Sexual es algo que solo tiene sentido durante la adolescencia. Pero si cada etapa vital nos presenta nuevos desafíos en estos terrenos, que tal vez requieren de informaciones y habilidades nuevas, la Educación Sexual en adultos y mayores a través de charlas y talleres puede resultar de lo más enriquecedora.

Una Educación Sexual adecuada ayudará a cultivar nuestra sexualidad de forma positiva desde edades tempranas sentando las bases para disfrutar de ella de forma más plena durante el resto de nuestra vida.

Referencias:

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